sábado, 24 de mayo de 2014

RELATOS DE MI ABUELA capitulo tres Los campos florecieron.


Así pasaron veinticinco años, hasta que un día la hierba prendió nuevamente y los campos se tiñeron de verde.

Fue en la primavera que llego Margaret hija de Laura Miller y Julio Iturralde, junto a su esposo y sus pequeñas hijas Francisca y Berta.

Nuevamente la mansión cobro todo su brillo y esplendor, volvió hacer lo que en otras épocas producía riquezas y daba trabajo a mucha gente.

Los problemas no tardaron en aparecer ya que Margaret era sobrina de aquellos seis hermanos que quedaron embroncados junto a su madre por la unión de los jóvenes, que se fueron y no se supo más de ellos.

La anciana vecina se fue de este mundo esperando el regreso de su hijo que jamás se produjo.

Dos de ellos, ya mayores por cierto, la encontraron una mañana en el pueblo, cuando a esta y a la pequeña Francisca la vieron salir del médico, alguien les dijo quien era y no tardaron en presentarse.

Al hablar con ella se dieron cuenta que había pasado mucho tiempo, como para que hubiera todavía viejos rencores, además la muchacha y la niña estaban ajenos a todo lo sucedido.

Supieron que su hermano y su cuñada habían muerto en un accidente, la joven Margaret se emociono al verlos y dicen que hubo un abrazo con sus tíos que las personas que pasaban no dejaron de lagrimear.

Así fue como las dos familias comenzaron a visitarse y vivieron en armonía durante mucho tiempo.

Algo había en aquella mansión que la gente no podía ser feliz, Margaret enfermo, a medida que pasaba el tiempo estaba cada vez peor, su esposo era un hombre bueno y compañero, estaba todo el tiempo a su lado.

 Sufrió dos años, viajaba a hospitales donde le hacían curaciones, luego regresaba porque el clima de allí era bueno, pero ella no mejoraba.

Berta y Francisca veían sufrir a su madre, los Iturralde la llevaban con ellos para que las niñas se distrajeran, además que estaban al lado del matrimonio todo el tiempo.

 Margaret se fue una noche dejando a su esposo y a sus hijas demasiados solos, los que tendrían que aprender a vivir sin ella.

Dicen por allí, que aquella noche hubo una tormenta tan fuerte que se vio a Sofía dando vueltas en la esfinge.

Las niñas fueron enviadas a Paris a criarse con sus abuelos paternos.

El tiempo transcurrió, Berta, que se caso mucho tiempo después que Francisca, tuvo gemelos Edith y Claudio, mientras que Francisca fue madre de Catalina, Sara, Margot, Eva y mi padre.

Sara fue madre de Miguel,

Como habrán notado eran los primeros hombres que nacían en la familia.
Estos relatos los escribo en base a lo que me han contado los parientes a lo largo de mi vida, y también los pobladores y las monjitas del pueblo tuvieron mucho que ver para que yo pudiera hacer un resumen, del árbol familiar de esta familia

Continuará.

jaeltete cuentos de Estela Caruso

miércoles, 21 de mayo de 2014

RELATOS DE MI ABUELA, Segunda parte.La descendencia de Sofia.


Iba a pasar mucho tiempo, años para que Laura regresara a la mansión, después de estar en Europa al cuidado de sus tíos. Llegaba entonces para tomar posesión de sus bienes.
La recibió su esclavo negro, más viejo ahora, pero tan fiel como entonces, aunque ya no existía la esclavitud, el había quedado del cuidado del lugar, era un hombre inteligente y bueno y la familia había depositado toda su confianza en él.

Ahora el cielo parecía distinto para Laura como más limpio decía, como si fuera otro lugar. Había heredado la belleza de su madre y también su inteligencia, se puso al mando de los campos y trabajo codo a codo junto a Pablo, porque así se llamaba su esclavo.
Recordaba con gracia los caprichos de su madre, los cuales al final terminaban siendo buenas obras, como comprar a Pablo, tener un pueblo y un convento.
Durante mucho tiempo las cosas andaban bien, si hasta en las noches de tormenta la esfinge ya no asustaba, no se la veía como un fantasma emergiendo en la oscuridad.

Miller salió de la cárcel y tomo posesión de sus bienes, era un hombre cruel y alcohólico. Castigaba a Laura y el enfrentamiento con Pablo y el resto de los empleados hacia que la vida allí se transformara en un infierno.
En las noches de tormenta decía ver el fantasma de Sofía, y hacia que se pusiera cada vez más violento.
Laura conoció a un joven, se llamaba Julio Iturralde, era el hijo del vecino, el mismo que ocacionara la tragedia con su madre, pese a la cercanía no se habían visto nunca, los jóvenes se enamoraron y no tardaron en aparecer los problemas. Fue la madre del joven la que puso el grito en el cielo e informo a Miller de aquella relación y amenazándolo le dijo que aquello terminaría muy mal.

Miller azoto a su hija aquella mañana negra en que Pablo la defendió dándole tremenda paliza, la joven huyo por la noche junto a julio y el esclavo, su mujer y su hijo también lo hicieron junto a ellos.
Al enterarse Miller los fue a buscar al convento, ya que Laura tenia buena relación con las monjas, tremendo desastre hiso hasta darse cuenta que allí no estaban.

Las dos familias estaban en conflicto, el resto de los hermanos de julio junto a su madre reñían constantemente con Miller, quien había contratado matones y ahora aquello era una guerra.
Miller fue enloqueciendo por los fantasmas que decía ver, solía correr en las noches porque decía que Sofía lo había venido a buscar, una noche de tormenta lo encontraron muerto junto a la esfinge.
Entonces la mansión quedo sola, tan sola como los fantasmas que la habitaban.

Esta vez no estaba Pablo, el esclavo negro para cuidarla, nadie quería llegarse hasta allí porque decían que estaba maldita.
La sequia llego, los animales murieron de hambre y de sed, todos se fueron, la leyenda de la maldición de la esfinge había corrido de boca en boca entre los pobladores.


continuara

jaeltete cuentos de Estela Caruso



lunes, 19 de mayo de 2014

RELATOS DE MI ABUELA PRIMERA PARTE LA ESFINGE

Se la ve al costado del camino, uno se pregunta qué hace allí,  si olvidaron de quitarla  cuando la ruta partió el campo en dos o la dejaron como un dulce recuerdo de una época de esplendor que ya se fue.

Es la estatua de una esfinge, que alguna vez adornara una fuente en la entrada a la mansión que allí se erguía, además de una cerca de material con columnas que rodean un patio que fuera el ingreso a la vivienda, en su lugar hay una casa de campo muy sencilla y bastante vieja.
Mi madre me pidió que viniera a ver los campos que fueran de mi abuela, quien fuera medica en el pueblo, vocación que yo herede.

Ella fue citada por los nuevos dueños del lugar.
Pase a visitar a la nueva dueña de las tierras, la mujer muy sencilla por cierto, me invita a pasar y me dice.

-En realidad yo cite a su mama, pero ya que ha venido voy a entregarle un baúl que encontramos cuando llegamos aquí, pensamos que alguien podría interesarle. -dijo la dueña de casa-

-no sabía que podría haber algo así todavía, además de la esfinge que quedo olvidada al costado del camino.

-así es, eso ocurrió cuando la ruta partió el campo en dos, no sé porque quedo allí.

- además el patio con la cerca de columnas, también lo dejaron.

-era la entrada a la mansión.
Encontré dentro del baúl, unos relatos increíbles escritos por mi abuela, no sé porque los dejo allí, quizás con la idea de que algún descendiente los encuentre, uno de ellos es el que sintetiza más o menos la historia de la familia, lo voy leyendo mientras la mujer me ceba unos mates riquísimos acompañados de pastelitos.

Y dice así.

 La historia comienza cuando una mujer llamada Sofía tan bella como caprichosa se caso con el acaudalado señor Miller un ingles recién llegado con miras de hacer fortuna en estos lugares que por entonces eran desiertos.
La boda se realizo en la capital y luego el hizo realidad a su primer capricho, quería una mansión donde sería su residencia definitiva, estos campos que el comprara como dije antes.

La construcción de la mansión tardo dos años en realizarse, ellos venían de tanto en tanto a ver cómo iba todo.
El siguiente capricho de Sofía fue no tener hijos hasta que estuviera instalada en la mansión.

Y como era de imaginar la mansión se inauguro con tremenda fiesta con quinientos invitados y tras semejante evento al transcurrir el tiempo necesario Sofía trajo al mundo a su primogénito.

Laura nació una noche te tormenta tan fuerte que estremeció hasta el mismo cielo como presagiando el destino de sus descendientes.
Eran los antepasados de mi padre.

El próximo capricho de Sofía quiso como regalo por haberle dado una heredera una esfinge que fue instalada delante  de la mansión, justo en la entrada donde comenzaban los jardines.
Miller la adoraba, estaba muy enamorado de aquella mujer tan bella que lo daba vuelta como quería, al punto que uno más de sus caprichos fue tener un esclavo negro.

Y lo tuvo, ese día estaba tan contenta como si le hubieran regalado un caballo o algo así, para ella era un objeto, era tan frívola, que solo pensaba que cuando vinieran sus amistades y familiares la envidiarían por tan notable adquisición.

No vivía nadie en la redonda, había un paraje por decirlo de alguna manera, donde había un almacén, en realidad allí descansaban los viajeros. Había también cuatro casas, con animales, huerta y frutales y algunos de ellos también le daban a los viajeros un lugar donde bañarse, comer y dormir.
Otro de los antojos fue que quiso que hubiera un convento con monjas en el paraje, entonces el acaudalado las trajo, fundó un lugar donde se hacia el noviciado.
También quiso que se fundara un pueblo y lo tuvo, con iglesia, policía, medico, escuela, trajo familias de la ciudad para que trabajaran en su campo y vivieran allí.

A todo esto ustedes se preguntaran que paso con el negro, bueno el esclavo de Sofía, pero ya se van a enterar mas adelanto que paso con este personaje.

Se realizaban fiestas lujosas en aquellas noches en que en la mansión iluminada se podía escuchar la música de la época y aquellas mujeres ataviadas con los vestidos y joyas más caras.
Con el tiempo ella se ponía cada vez más bella y su esposo lucia orgulloso a su esposa, fue entonces que vinieron a vivir los vecinos, la familia Iturralde, estos eran diferentes, campesinos con plata, brutos y buena gente. Un señor con su esposa y siete hijos, una escalerita, eran agricultores y trabajaban de solo a sol, eran los antepasados de mi madre.

Hasta aquí todo es normal, Sofía resulto ser muy buena con su esclavo lo trataba bien y el era un hombre respetado.
Ella no quiso tener más hijos, fue allí que comenzó a tener roses con su esposo, discutían a menudo y ya no resplandecía el amor como antes. Miller se iba convirtiendo en un hombre triste y de mal carácter, mientras su esposa seguía altiva y orgullosa como de costumbre.

Su esclavo se enamoro de una de las criadas que obviamente era blanca, entonces Sofía bendijo aquella unión y les permitió vivir juntos y tener un hijo.
Como era de esperar su relación con su esposo era cada vez peor, al punto que ella tenía encuentros secretos con el apuesto de su vecino don Iturralde que lo dejaba por el piso al desabrido de Miller, este era un campesino apasionado, con manos ásperas y la piel que olía a sudor, todos estos detalles hacían que Sofía ardiera de pasión cuando lo veía.

Eran amantes, ya nada les importaba, solo verse a escondidas en el momento que pudieran y en el lugar más oculto.
Los descubrió su esclavo, una noche que hacia una recorrida porque había visto algo extraño en la cabaña que estaba bastante retirada. Fue así que él se convirtió en su cómplice, y tapaba aquellos encuentros para que su ama pudiera ser feliz con su amante.

Miller no era ningún tonto y no pasó mucho tiempo que siguió a su esposa y ni su fiel esclavo pudo hacer nada, los descubrió y dándole muerte a los dos en aquella noche de invierno tan fría como sangrienta, convirtió a Laura en huérfana de madre y la sumió en la más terrible soledad. Aquella noche se desato una tormenta tan terrible que la esfinge iluminada por los rayos se convirtió para los pobladores del lugar en la maldición de aquellas familias.
Aquel fue el último capricho de Sofía.

Continuará

jaeltete cuentos de Estela Caruso

TU ABRAZO


                                      TU ABRAZO

Si alguien me adoro en la vida, ese fuiste vos, en silencio, con ese amor único y verdadero que sienten las personas buenas. Me adoraste desde el momento en que nací y cuidaste de mí en cada instante de mi vida.
Creí, que algunas cosas eran para siempre, sin embargo, la vida me demostró que solo existen momentos, qué todo pasa, lo malo y también lo bueno.
Soy la menor de cinco hermanos varones, fui para ellos algo así como una mascota,  de esas que se llevan a la cancha o al potrero , dejándola sentada en un banquito mientras ellos juegan a la pelota, para más tarde enseñarle a patear convirtiéndola en la princesa del equipo. Y así, mientras mis muñecas lucían impecables entre sedas y puntillas, mi infancia transcurría entre camiones, bolitas, y ni que hablar de subirme a los arboles, en eso, era campeona.
Para mi madre, era una muñequita almidonada, con chuflos y cintas cayendo sobre los hombros, perfumada desde que me levantaba, hasta que me agarraban los chicos y todo se esfumaba en un instante, las veces que se enojaba con ellos, amenazándolos con que –no me llevan más a la chica- pero era inútil yo era de ellos, solo de ellos.
Para mi padre su tesoro más preciado, creo que siempre sintió miedo de haber tenido una hija mujer.Olía a tierra, a humedad, a taller mecánico y siempre la carita sucia, tanto que me quedó de apodo, así pasaron mis días creciendo entre pantalones y no solo los de mis hermanos sino también los de sus amigos, en especial los tuyos, te llamabas Julio, eras demasiado alto y flaco para tu edad, el más chico de todos, te la pasabas todo el día metido en casa, desde la cuna me alzaste en tus brazos, hasta me diste alguna que otra  la mamadera  y así, siempre a mi lado. Recuerdo aquella navidad en que trajiste escondido en tus bolsillos un papa Noel chiquito, que habías sacado del arbolito de tu casa, y juntos lo pusimos en el mío. Eras el que me limpiaba la cara y la nariz cuando estábamos en el taller y yo que era tan toqueta que siempre terminaba toda engrasada, o cuando me caía en la cancha tratando de hacer un gol me levantabas del piso y me cargabas en tus brazos, siempre en tus brazos cálidos y protectores, simplemente, el que estaba siempre en todo acontecimiento, guiñándome un ojo de complicidad.
Pasaron los años, entonces, yo te quería como a uno más de mis hermanos, o como a mi hermano preferido, jamás pensé que te estabas enamorado de mí, porque a mis catorce años ya me veías de otra manera pero no se te notaba, además que por entonces tenias veinte y yo era una niña para vos.
Me gustaba andar descalza, así me sentía más libre, lo hacía desde niña, en aquellos veranos que el sol quema el aire y no te dejaba respirar, mis cabellos desalineados y siempre una solera, eso era todo, no necesitaba más para ser feliz.
También recuerdo los comentarios que venían de los demás sobre vos, decían
-Es feo el flaco pero las vuelve loca a todas-
-Salió mujeriego el Julio, no hay mina que se le resista,
-Es flaco, narigón y seductor- y venían las risas.
Todo aquello me ponía muy celosa, el solo hecho de pensar que te fueras de mi lado y mi abandonaras me ponía tan mal que cuando te veía te peleaba,
-¡Que pasa que estas tan odiosa con Julio!, preguntaban algunos.

Como toda pendeja que no sabe lo que quiere, y creo que mis sentimientos por aquella época estaban bastantes confundidos, tanto que  que me enamore de un compañero de la escuela, seguramente fue el encanto de vernos a escondidas que potencio la pasión,  además a esa edad se confunde atracción con amor, el tenia solo un año más que yo y me buscaba, me esperaba en la esquina de casa, cuando salida del cole, me persiguió tanto que finalmente me consiguió, entonces era fácil soñar y decir palabras bonitas que para una niña como yo eran creíbles y sinceras, sin poder darme cuenta que el también era demasiado chico, así transcurrieron unos meses viéndonos cómo podíamos, mis hermanos eran tan cuidas que de darse cuenta no se qué hubiera pasado.
Aquella tarde lloviznaba y todo parecía ponerse de acuerdo,  fue tan solo un instante en que todo se transformo, como su  rostro que paso de la alegría al desconcierto, no sé si me miraba con odio o con desesperación, pero después se alejo sin decir nada, no lo seguí, sentí que tenía que dejarlo, así era mejor.
Fui a su casa, así, como si fuera una sinvergüenza que le va a pedir algo que no le pertenece, recuerdo que me atendió su madre y antes de cerrarme la puerta en las narices me dijo que ya no estaba.
Un nudo en la garganta y el llanto que no rompía, la sensación de que ya no había más, todo estaba allí en aquel instante, en que el piso se movía y me tragaba, en que las cosas no son como uno se las imagina, no todo es tan blanco y hasta las relaciones se terminan en un instante para darnos cuenta que no sabíamos con quien estábamos o que simplemente nos equivocamos.
Deje de comer y caí en cama, mi madre se había dado cuenta y ya no lo disimulaba y mis hermanos que no eran tontos, se lo preguntaron y ella no pudo negarlo. Mi padre fue el último en enterarse o a lo mejor ya lo sabía pero se hacia el disimulado, porque sufría en silencio.
Lo fueron a buscar pero su familia ya lo había sacado de la ciudad, hubo trompadas con el padre y sus tíos, fuiste vos el que puso tranquilidad.
A mí no me hablaban, me habían sentenciado, decían que mi madre me apañaba pero no era así, y mi padre seguía guardando aquel silencio que me partía el alma.
El único que me hablaba y no dejaba de sonreír eras vos, que siempre estabas en los momentos más importantes. Pasabas a mi lado acariciándome la cabeza, me preguntabas cómo estaba y me decías   _ya se les va a pasar.
En algunos momentos te veía observándome, parado en la galería, hoy me pregunto qué sentirías, porque si habías empezado a enamorarte de mí, además,de haberme cuidado desde que nací, seguramente estarías sangrando por dentro.
Cuando mi panza se empezaba a notar mi padre me abrazo y me dijo que no estaba sola, hubiera preferido que no dijera nada, porque comenzó a crecer en mi aquel sentimiento de culpa que hacía que huyera de todos.
Aquella tarde también lloviznaba, como la otra en que lo vi por última vez, solo que esta nacía mi hijo, entonces me acompaño mi madre y cuando finalmente conocí su rostro, fueron apareciendo de a uno como quien no quiere la cosa, mirándolo de reojo y de lejos, vi  como se le llenaban los ojos de lagrimas.
Sabía que mi padre no vendría, ¡pero vos! ¡Dónde estabas?,¿ es posible que esta vez no estuvieras a mi lado?, no quise preguntar, tuve miedo a la respuesta, quizás era demasiado para vos.
Pensaba porque no habrías de venir, porque si todavía me dolía el abandono del padre de mi hijo, me preocupaba tanto tu ausencia.
Estaba cabeceando porque el sueño me vencía, entonces, apareció un oso tan gigante que apenas entraba por la puerta, atrás suyo estabas vos, con tu eterna sonrisa que me hacia olvidarlo todo, jamás te vi enojado, eras la alegría misma. El inmenso peluche tenía un cartel que decía, déjame amarlo, yo, reía y lloraba, tu mano acaricio mi rostro y fue la primera vez que percibí su calor, me deje acariciar… tus dedos recorrieron ingenuamente mi cuello y mi pelo, cerré los ojos y sentí que estaba muy lejos de allí, eso era  lo que me producía verte y sentirte.
Mi hijo tuvo el padrino mas adorable, vos, y fue por unanimidad, todos los integrantes de la familia así lo quisieron, a veces pensaba en qué lugar de tu vida estaban tus padres, porque yo recuerdo verte largos ratos con mi mama, hablando, tomando mate,  contándole tus cosas, fue a ella a quien le confesaste tu amor por mí, porque ella se daba cuenta y te lo preguntó y vos no pudisteis negárselo, así eran los dos, unidos como si fueras su hijo, tanto que no se notaba la diferencia con el resto.
A falta de un padre mi hijo fue criado por los siete hombres de la casa, incluyéndote a vos en esa lista. Mis hermanos bastante grandes ya, con novia algunos, se peleaban cuando llegaban del taller para alsarlo, y así fue creciendo, hasta que llego la cancha, las bolitas, y todo lo que realmente un varón debe tener, a diferencia mía que me criaron de la misma forma siendo una nena, y jamás creo haber sentido tanto amor,  yo los adoraba, eran mis hermanos, eso que te da la vida y es impagable, un regalo de Dios, tu pura sangre, porque ellos si llevan tu sangre, bueno, vos no tenias una gota de la nuestra, pero tenias el alma impregnada de nosotros, eras tan amado por los chicos que si un día no venias te iban a buscar.
Novias, hubo algunas que transitaron por aquella casa, pero ninguna dejo huellas.
Cuando el niño tenía diez años julio ya iba por los treinta y dos y no se había casado todavía, mis dos hermanos mayores que él, ya andaban en esos trámites, ya era tiempo.
Con todo aquello éramos felices, formábamos una familia grande, con los problemas que todos podíamos tener, pero siempre unidos, todos juntos en el mismo barco.
Fue aquel invierno que mi madre enfermo, entonces supe lo que era ser fuerte, lo que era actuar con la razón escondiendo el corazón, porque al verla sufrir tanto, solo le pedí a Dios que se apiadara de ella.
Nos dejo una mañana no se dé que mes, ni a qué hora, ni si había sol, solo sé que no recordé más, no quise saber, pero eso si algo paso en mí que me volvía a la realidad lentamente, sentía tus brazos conteniéndome, tu aliento en mi nuca y tu olor a hombre me hacían sentir segura y me gustaba que estuvieras, entonces yo me abandonaba en vos y el dolor se confundía con tu imagen.
Mi hijo amaba a sus tíos, jamás sintió la ausencia de su padre, pese a que yo intente explicarle, el no me quería escuchar.
Cuando cumplió catorce años apareció su papa arrepentido, estaba casado y tenía dos hijos, tuve que dejar que se lo llevara de vez en cuando porque la ley así lo quiso, de mi parte pensé que tenía derecho a conocer su identidad y creo que mi familia también.
Conoció a su familia y de apoco fue encariñándose al punto que yo me daba cuenta como que se avergonzaba de nosotros, ellos tenían dinero y otro lugar en la sociedad, el tenia esposa e hijas, lo que hacía que el viera una mama, un papa y sus hermanas pasando el a ser el hermano mayor, algo que él no tuvo conmigo.
Me dijo que el necesitaba una familia, aun cuando aquella mujer no era su madre, pero sentía que tenía un lugar en el mundo.
¡Un lugar en el mundo! ¡Dios mío! como si todo fuera apariencia, pero le habían llenado muy bien la cabeza.
Entonces, se fue y no volvió más, me venía a visitar pero enseguida se iba, se sentía incomodo, cuando yo lo iba a ver me recibía mal, hasta que un día, me pidió que no fuera más.
Lo esperaba todos los días a la salida del colegio y lo miraba de lejos, temía acercarme y que me rechazara. Así eran mis días, no tenía resignación. Lo comente con su padre, le pedí ayuda, me contesto que él no podía hacer nada, que era su decisión y había que respetarla.
Me contuviste como siempre y te vi llorar, juntos sufrimos aquella decepción y me dijiste con la simpleza de chico de barrio que te caracterizaba, algo que jamás olvidaré _Lo criaste bien, solo que te salió chueco y finalmente mostro la hilacha.
Mis hermanos al igual que mi padre estaban deshechos, aún así trataban de darme fuerzas.
Yo no hablaba, me había quedado encerrada en mi dolor, y no tenia sonrisas, ni lagrimas, ni vida, nada, era una muerta en vida, deambulaba por la casa como un fantasma, estaba porque tenía que estar, por mucho tiempo no salí a la calle, creo que de alguna manera aquello nos marco a todos, fue algo que no lo esperábamos, siempre habíamos sido una fumilla simple y unida.
Fue tu mama la que me dio la contención de una mujer, gracias a ella comenzé a hablar, a comunicarme con los demás.
Pero lamentablemente mi papa enfermo, mi viejito no soporto tantas perdidas, su compañera primero, después mi hijo, y verme a mí derrumbada fue decayendo lentamente, hasta que un día su corazón dijo basta.
Después de esto no nos vimos más, cada cual siguió su camino, todo fue un dulce recuerdo, de esos que jamás se olvidan, pero ya no están, solo queda el dolor y el resentimiento hacia la vida, creo que ya nadie quiere venir a la casa, esta tan sola, sin sonrisas, sin juventud, sin sueños, para que estar, es mejor huir.
Hace mucho tiempo que vivo sola, todos se casaron y se fueron, hasta vos me dejaste, te fuiste a trabajar al sur, supe que siempre me habías amado en silencio, sin decirme nada que yo pudiera mal interpretar. Aquel día te acompañe a la estación de tren, una vez más sentí tu abrazo que me quemaba por dentro, quise decirte que te quería y espere que me dijeras que me amabas, pero los dos callamos, vi partir el tren como en los cuentos, solo que este tren era mío, entonces, sentí que te había perdido, y con vos se iba la última esperanza que pudiera quedar en mi de algo bueno.
Te extraño, donde estarán tus abrazos que eran tan míos, si supieras como me sentía cada vez que me envolvías en ellos, no te lo dije, pero así con ellos me fui enamorando, aunque mi orgullo no me dejaba demostrártelo, ahora me pregunto dónde estarán, eran demasiado apasionados para quedarse solos.
Suelo ir al mercado, las escucho murmurar detrás de mí, se nutren sus lenguas con la desdicha ajena, pero no me preocupan, sigo mi camino y me doy cuenta que falta poco para navidad, no la festeje mas, para que, si ya no queda nada.
Al llegar a casa, veo la escalera que me lleva al altillo, se que allí está el pino con sus adornos y subo casi sin darme cuenta, estoy temblando, hace mucho que no tenia sensaciones, porqué después de tanto llorar me vacié por dentro, así, lo rescato de unas cajas, lleno de tierra, cada rama y cada adorno es un recuerdo, allí hay una persona que dejo huellas en mi , es la vida en una caja guardada en el tiempo que aparece ahora para estrujarme el alma y llorar de emoción, por ¡DIOS! que sola estoy.
Entonces lo veo, allí está el papa Noel que me regalaste cuando tenía cinco años, el que habías quitado del árbol de tu casa, entonces siento que te perdí para siempre, porque en estos momentos te estás casando, se me arruga el corazón, lo estrujo contra mi pecho y bajo las escaleras.
Entonces siento tu aroma, huelo profundamente tu perfume varonil, tengo miedo de girar, me quedo así un instante, lentamente doy la vuelta …
Allí estas… con tu enorme sonrisa, tu mechón cayendo en tu frente asiéndote parpadear.
Tus ojos enamorados adorando  mi ser.
Yo, después de tanto…vuelvo a sonreir..

 .
cuentos jaeltete de Estela Caruso
 

fin





 


Es ficción
ESTELA CARUSO jaeltete

viernes, 9 de mayo de 2014

UN DIA INESPERADO

Tenía el palo de amasar en la mano y lo golpeo sobre la mesa con fuerza, cuando vio entrar a Pablito enfiestado, este salió corriendo, al ver a su madre con tal arrebato de furia.

El pan, fue a parar dentro del horno casero, con toda la ira que doña blanca pudiera tener en ese momento, mientras, Pablito escondido en el galponcito del fondo, esperaba que su madre se calmara y su borrachera también

Julio no volvió a sentir tanto dolor, desde aquella vez que sufrió aquel terrible accidente, hasta hoy en que ella se marcho. Refugiado en su cuarto, observa por la ventana, como el frio transforma todo en un paisaje desolado y triste, tal cual se siente el ahora.De pronto, algo lo distrae de su melancolía, es Pablito que corre a refugiarse vaya a saber donde, escapando de su madre que le puso el ultimátum, o cambias, o te vas con tu padre.

Julio sabe que la vida continua y que mañana, tendrá que presentarse en su trabajo, en los galpones, hombreando bolsas, porque es lo único que sabe hacer, en unos años mas tendrá la espalda dañada, como todos allí, envejeciendo a temprana edad, donde los surcos en el rostro aparecen antes de lo previsto, por causa del frio, el viento y la tierra, que no perdonan la piel.

Como si fuera tan fácil olvidar, a aquella que se marcho tan solo porque la soledad del campo la deprimía tanto, que se la pasaba encerrada todo el día en su dormitorio , acostada, haciendo y desasiendo las maletas, como si desojara una margarita, me quedo, me voy, hasta que finalmente se fue.

Los mates calentitos y el pan casero de doña Blanca su madre, la que no se atreve a preguntar, ni falta que hace, si el rostro quebrado y ausente del muchacho lo dicen todo.

La jornada ha terminado, el sol va cayendo, se huele a guiso que viene de la cocina, las mujeres vienen y van, ayudando a Blanca a preparar la cena, los trabajadores no tardaran en llegar, hambrientos ,devorando todo lo que haya en la mesa,

El antiguo sillón de cuero luce impecable, lustrado por Serena, la trabajadora del lugar que lleva años sirviéndoles a los Mejías, fue refugio del trasero de Méndez, que había quedado tieso, después de dieciocho horas de viaje en tren de segunda, con asientos de madera, que tan miserablemente, los Mejías habían gastado para enviar a la estancia al viejo contador.

A que había venido Méndez, era la pregunta que todos se hacían, jamás había puesto sus delicados pies en el campo, solo se lo conocía de nombre. La curiosidad los desborda, están reunidos como nunca en el patio, sentados alrededor de la pequeña mesa. Los  trabajadores huelen mal , algo podrido se trae este viejo altanero y presuntuoso, que en estos momentos se encuentra recorriendo el lugar, dicen los que lo vieron, que sus botas de cuero están embarradas y llenas de bosta, que esta a las arcadas porque no aguanta el olor de los corrales.

Dos días después, los trabajadores fueron informados que la estancia estaba en quiebra, por lo tanto pronto vendrían los nuevos dueños, la condición de estos, querían el lugar sin empleados. Méndez, en representación de los dueños los indemnizó a todos como marca la ley, ni un peso mas ni uno menos, todo terminó.

Si digo que en algunos casos, pasaron hasta tres generaciones, viviendo y trabajando en el lugar, algunos se sienten como si tuvieran que exiliarse en la ciudad, como si a un pájaro le hubieran cortado las alas, créanme no estoy exagerando, el desarraigo es doloroso y cruel, para los que no conocieron otra cosa que la tranquilidad y la sencillez del campo y toda su naturaleza, por mas dura que fuera la vida allí.

Aquel día, que subieron al carro con todas sus pertenencias rumbo a la ciudad, Pablito tendría que dejar su vida de vago, doña Blanca, deleitara a otros con su pan casero y las comidas sabrosas que hacia para los jornaleros, la cocinera de la estancia desocupada y con un futuro inmediato lejos de allí,   las espaldas de Julio bendijeron al tío Constantino, que les había conseguido trabajo en una fábrica.

Ya todo cambiaria en el cemento,  no vería mas aquellos atardeceres  en que mirando el horizonte, el cielo y la tierra parecen unirse, el trinar de los pájaros por las mañanas calentitas del otoño, con olor a pan casero y mate cocido de doña Blanca, el olor a leña que sale por todos lados, el viejo molino, donde solían guardar las bebidas en el pozo, para que se mantuvieran fresquitas,  el aromo en flor en la entrada del chalet de los dueños, al que el se deleitaba todos los años con su aroma,  el sulki, los caballos, el arado, noches estrelladas, todo gira en su cabeza y ya se siente el nudo en la garganta, ya no vera mas todo aquello que fue parte de su vida.

Ahora el campo agoniza en la distancia, en aquel inesperado día, que lo sorprendió deshaciéndose obligadamente de sus simples cosas, entonces se pregunta si las estrellas en la ciudad, se verán de la misma forma, se pregunta si aquella que se marcho, si hubiera sabido que terminarían en la ciudad, se hubiera quedado, o tal vez en el fondo el lo sabia, todo era una escusa, simplemente no lo quería.

.

martes, 6 de mayo de 2014

Y MI PELO


Y mi pelo
Acariciado por tus manos

Lo descubres

Lo sueltas

Y cae

En cascadas, por mi espalda

Huele a ti

Testigo

De tus dedos en mi piel

Suavemente, te deslizas,

Recorriendo cada lugar,

Hasta llegar y llegar,

Y te siento,

Te siento

Y me quedo en ti,

Quieta,

Esperando

Más y más

jueves, 1 de mayo de 2014

PAISAJE


En esta tarde de abril, lluviosa y triste, camino en el parque, el mismo que te ve pasar y detenerte, dejando que el suave sol del otoño acaricie tu rostro, aspirando el aire con olor a pino, donde juegan los niños a esconderse, por donde pasa la extraña señora que es testigo de mis lagrimas, las mismas que jure jamás derramar, sin embargo, lo estoy haciendo porque estoy frente a vos y no puedes verme.
La señora me sigue mirando, los niños siguen escondidos, hoy no hay sol, solo el cielo derramando lagrimas que se confunden con las mías.
El paisaje de este otoño es tan extraño como imposible, estamos, sin saber si somos un reflejo del tiempo. No hay nadie, solo nosotros, que salimos a dar una vuelta en esta tarde gris, perdida en alguna extraña dimensión, como si estuviera superpuesta con la otra realidad de un día común y soleado, cubierto con los habitantes de la ciudad. Sin embargo, estamos allí, en algún lugar de este paisaje paralelo al tuyo.
Mientras, deambulamos en el paisaje de lo desconocido, te veo caminar en el parque, en el mismo día soleado, dejando que el sol del otoño acaricie tu rostro, aspirando el aire con olor a pino, mas no puedes vernos, porque estamos…del otro lado del parque.

jaeltete cuentos ESTELA CARUSO