TU ABRAZO
Si alguien
me adoro en la vida, ese fuiste vos, en silencio, con ese amor único y
verdadero que sienten las personas buenas. Me adoraste desde el momento en que
nací y cuidaste de mí en cada instante de mi vida.
Creí, que
algunas cosas eran para siempre, sin embargo, la vida me demostró que solo
existen momentos, qué todo pasa, lo malo y también lo bueno.
Soy la menor
de cinco hermanos varones, fui para ellos algo así como una mascota, de esas que se llevan a la cancha o al potrero
, dejándola sentada en un banquito mientras ellos juegan a la pelota, para más
tarde enseñarle a patear convirtiéndola en la princesa del equipo. Y así,
mientras mis muñecas lucían impecables entre sedas y puntillas, mi infancia
transcurría entre camiones, bolitas, y ni que hablar de subirme a los arboles,
en eso, era campeona.
Para mi
madre, era una muñequita almidonada, con chuflos y cintas cayendo sobre los
hombros, perfumada desde que me levantaba, hasta que me agarraban los chicos y
todo se esfumaba en un instante, las veces que se enojaba con ellos,
amenazándolos con que –no me llevan más a la chica- pero era inútil yo era de
ellos, solo de ellos.
Para mi padre su tesoro más preciado, creo que
siempre sintió miedo de haber tenido una hija mujer.Olía a
tierra, a humedad, a taller mecánico y siempre la carita sucia, tanto que me
quedó de apodo, así pasaron mis días creciendo entre pantalones y no solo los
de mis hermanos sino también los de sus amigos, en especial los tuyos, te
llamabas Julio, eras demasiado alto y flaco para tu edad, el más chico de
todos, te la pasabas todo el día metido en casa, desde la cuna me alzaste en
tus brazos, hasta me diste alguna que otra
la mamadera y así, siempre a mi
lado. Recuerdo aquella navidad en que trajiste escondido en tus bolsillos un
papa Noel chiquito, que habías sacado del arbolito de tu casa, y juntos lo
pusimos en el mío. Eras el que me limpiaba la cara y la nariz cuando estábamos
en el taller y yo que era tan toqueta que siempre terminaba toda engrasada, o
cuando me caía en la cancha tratando de hacer un gol me levantabas del piso y
me cargabas en tus brazos, siempre en tus brazos cálidos y protectores,
simplemente, el que estaba siempre en todo acontecimiento, guiñándome un ojo de
complicidad.
Pasaron los años, entonces, yo te quería como
a uno más de mis hermanos, o como a mi hermano preferido, jamás pensé que te
estabas enamorado de mí, porque a mis catorce años ya me veías de otra manera
pero no se te notaba, además que por entonces tenias veinte y yo era una niña
para vos.
Me gustaba andar descalza, así me sentía más
libre, lo hacía desde niña, en aquellos veranos que el sol quema el aire y no
te dejaba respirar, mis cabellos desalineados y siempre una solera, eso era
todo, no necesitaba más para ser feliz.
También
recuerdo los comentarios que venían de los demás sobre vos, decían
-Es feo el flaco pero las vuelve loca a todas-
-Salió mujeriego el Julio, no hay mina que se
le resista,
-Es flaco, narigón y seductor- y venían las
risas.
Todo aquello
me ponía muy celosa, el solo hecho de pensar que te fueras de mi lado y mi abandonaras
me ponía tan mal que cuando te veía te peleaba,
-¡Que pasa que estas tan odiosa con Julio!,
preguntaban algunos.
Como toda
pendeja que no sabe lo que quiere, y creo que mis sentimientos por aquella
época estaban bastantes confundidos, tanto que que me enamore de un compañero de la escuela,
seguramente fue el encanto de vernos a escondidas que potencio la pasión, además a esa edad se confunde atracción con
amor, el tenia solo un año más que yo y me buscaba, me esperaba en la esquina
de casa, cuando salida del cole, me persiguió tanto que finalmente me consiguió,
entonces era fácil soñar y decir palabras bonitas que para una niña como yo
eran creíbles y sinceras, sin poder darme cuenta que el también era demasiado
chico, así transcurrieron unos meses viéndonos cómo podíamos, mis hermanos eran
tan cuidas que de darse cuenta no se qué hubiera pasado.
Aquella
tarde lloviznaba y todo parecía ponerse de acuerdo, fue tan solo un instante en que todo se
transformo, como su rostro que paso de
la alegría al desconcierto, no sé si me miraba con odio o con desesperación,
pero después se alejo sin decir nada, no lo seguí, sentí que tenía que dejarlo,
así era mejor.
Fui a su casa, así, como si fuera una
sinvergüenza que le va a pedir algo que no le pertenece, recuerdo que me
atendió su madre y antes de cerrarme la puerta en las narices me dijo que ya no
estaba.
Un nudo en
la garganta y el llanto que no rompía, la sensación de que ya no había más,
todo estaba allí en aquel instante, en que el piso se movía y me tragaba, en
que las cosas no son como uno se las imagina, no todo es tan blanco y hasta las
relaciones se terminan en un instante para darnos cuenta que no sabíamos con
quien estábamos o que simplemente nos equivocamos.
Deje de
comer y caí en cama, mi madre se había dado cuenta y ya no lo disimulaba y mis
hermanos que no eran tontos, se lo preguntaron y ella no pudo negarlo. Mi padre
fue el último en enterarse o a lo mejor ya lo sabía pero se hacia el
disimulado, porque sufría en silencio.
Lo fueron a buscar pero su familia ya lo había
sacado de la ciudad, hubo trompadas con el padre y sus tíos, fuiste vos el que
puso tranquilidad.
A mí no me
hablaban, me habían sentenciado, decían que mi madre me apañaba pero no era
así, y mi padre seguía guardando aquel silencio que me partía el alma.
El único que
me hablaba y no dejaba de sonreír eras vos, que siempre estabas en los momentos
más importantes. Pasabas a mi lado acariciándome la cabeza, me preguntabas cómo
estaba y me decías _ya se les va a pasar.
En algunos
momentos te veía observándome, parado en la galería, hoy me pregunto qué
sentirías, porque si habías empezado a enamorarte de mí, además,de haberme
cuidado desde que nací, seguramente estarías sangrando por dentro.
Cuando mi
panza se empezaba a notar mi padre me abrazo y me dijo que no estaba sola,
hubiera preferido que no dijera nada, porque comenzó a crecer en mi aquel
sentimiento de culpa que hacía que huyera de todos.
Aquella
tarde también lloviznaba, como la otra en que lo vi por última vez, solo que
esta nacía mi hijo, entonces me acompaño mi madre y cuando finalmente conocí su
rostro, fueron apareciendo de a uno como quien no quiere la cosa, mirándolo de
reojo y de lejos, vi como se le llenaban
los ojos de lagrimas.
Sabía que mi
padre no vendría, ¡pero vos! ¡Dónde estabas?,¿ es posible que esta vez no
estuvieras a mi lado?, no quise preguntar, tuve miedo a la respuesta, quizás
era demasiado para vos.
Pensaba porque
no habrías de venir, porque si todavía me dolía el abandono del padre de mi
hijo, me preocupaba tanto tu ausencia.
Estaba cabeceando porque el sueño me vencía,
entonces, apareció un oso tan gigante que apenas entraba por la puerta, atrás
suyo estabas vos, con tu eterna sonrisa que me hacia olvidarlo todo, jamás te
vi enojado, eras la alegría misma. El inmenso peluche tenía un cartel que
decía, déjame amarlo, yo, reía y lloraba, tu mano acaricio mi rostro y fue la
primera vez que percibí su calor, me deje acariciar… tus dedos recorrieron
ingenuamente mi cuello y mi pelo, cerré los ojos y sentí que estaba muy lejos
de allí, eso era lo que me producía
verte y sentirte.
Mi hijo tuvo
el padrino mas adorable, vos, y fue por unanimidad, todos los integrantes de la
familia así lo quisieron, a veces pensaba en qué lugar de tu vida estaban tus
padres, porque yo recuerdo verte largos ratos con mi mama, hablando, tomando
mate, contándole tus cosas, fue a ella a
quien le confesaste tu amor por mí, porque ella se daba cuenta y te lo preguntó
y vos no pudisteis negárselo, así eran los dos, unidos como si fueras su hijo,
tanto que no se notaba la diferencia con el resto.
A falta de un
padre mi hijo fue criado por los siete hombres de la casa, incluyéndote a vos
en esa lista. Mis hermanos bastante grandes ya, con novia algunos, se peleaban
cuando llegaban del taller para alsarlo, y así fue creciendo, hasta que llego
la cancha, las bolitas, y todo lo que realmente un varón debe tener, a
diferencia mía que me criaron de la misma forma siendo una nena, y jamás creo
haber sentido tanto amor, yo los
adoraba, eran mis hermanos, eso que te da la vida y es impagable, un regalo de
Dios, tu pura sangre, porque ellos si llevan tu sangre, bueno, vos no tenias
una gota de la nuestra, pero tenias el alma impregnada de nosotros, eras tan
amado por los chicos que si un día no venias te iban a buscar.
Novias, hubo
algunas que transitaron por aquella casa, pero ninguna dejo huellas.
Cuando el niño tenía diez años julio ya iba
por los treinta y dos y no se había casado todavía, mis dos hermanos mayores
que él, ya andaban en esos trámites, ya era tiempo.
Con todo
aquello éramos felices, formábamos una familia grande, con los problemas que
todos podíamos tener, pero siempre unidos, todos juntos en el mismo barco.
Fue aquel
invierno que mi madre enfermo, entonces supe lo que era ser fuerte, lo que era
actuar con la razón escondiendo el corazón, porque al verla sufrir tanto, solo
le pedí a Dios que se apiadara de ella.
Nos dejo una mañana no se dé que mes, ni a qué
hora, ni si había sol, solo sé que no recordé más, no quise saber, pero eso si
algo paso en mí que me volvía a la realidad lentamente, sentía tus brazos
conteniéndome, tu aliento en mi nuca y tu olor a hombre me hacían sentir segura
y me gustaba que estuvieras, entonces yo me abandonaba en vos y el dolor se
confundía con tu imagen.
Mi hijo
amaba a sus tíos, jamás sintió la ausencia de su padre, pese a que yo intente
explicarle, el no me quería escuchar.
Cuando cumplió catorce años apareció su papa
arrepentido, estaba casado y tenía dos hijos, tuve que dejar que se lo llevara
de vez en cuando porque la ley así lo quiso, de mi parte pensé que tenía
derecho a conocer su identidad y creo que mi familia también.
Conoció a su familia y de apoco fue
encariñándose al punto que yo me daba cuenta como que se avergonzaba de
nosotros, ellos tenían dinero y otro lugar en la sociedad, el tenia esposa e
hijas, lo que hacía que el viera una mama, un papa y sus hermanas pasando el a
ser el hermano mayor, algo que él no tuvo conmigo.
Me dijo que el necesitaba una familia, aun
cuando aquella mujer no era su madre, pero sentía que tenía un lugar en el
mundo.
¡Un lugar en
el mundo! ¡Dios mío! como si todo fuera apariencia, pero le habían llenado muy
bien la cabeza.
Entonces, se
fue y no volvió más, me venía a visitar pero enseguida se iba, se sentía
incomodo, cuando yo lo iba a ver me recibía mal, hasta que un día, me pidió que
no fuera más.
Lo esperaba
todos los días a la salida del colegio y lo miraba de lejos, temía acercarme y
que me rechazara. Así eran mis días, no tenía resignación. Lo comente con su
padre, le pedí ayuda, me contesto que él no podía hacer nada, que era su
decisión y había que respetarla.
Me
contuviste como siempre y te vi llorar, juntos sufrimos aquella decepción y me
dijiste con la simpleza de chico de barrio que te caracterizaba, algo que jamás
olvidaré _Lo criaste bien, solo que te salió chueco y finalmente mostro la
hilacha.
Mis hermanos al igual que mi padre estaban
deshechos, aún así trataban de darme fuerzas.
Yo no hablaba, me había quedado encerrada en
mi dolor, y no tenia sonrisas, ni lagrimas, ni vida, nada, era una muerta en
vida, deambulaba por la casa como un fantasma, estaba porque tenía que estar, por
mucho tiempo no salí a la calle, creo que de alguna manera aquello nos marco a
todos, fue algo que no lo esperábamos, siempre habíamos sido una fumilla simple
y unida.
Fue tu mama
la que me dio la contención de una mujer, gracias a ella comenzé a hablar, a
comunicarme con los demás.
Pero
lamentablemente mi papa enfermo, mi viejito no soporto tantas perdidas, su
compañera primero, después mi hijo, y verme a mí derrumbada fue decayendo
lentamente, hasta que un día su corazón dijo basta.
Después de
esto no nos vimos más, cada cual siguió su camino, todo fue un dulce recuerdo,
de esos que jamás se olvidan, pero ya no están, solo queda el dolor y el
resentimiento hacia la vida, creo que ya nadie quiere venir a la casa, esta tan
sola, sin sonrisas, sin juventud, sin sueños, para que estar, es mejor huir.
Hace mucho
tiempo que vivo sola, todos se casaron y se fueron, hasta vos me dejaste, te
fuiste a trabajar al sur, supe que siempre me habías amado en silencio, sin
decirme nada que yo pudiera mal interpretar. Aquel día te acompañe a la
estación de tren, una vez más sentí tu abrazo que me quemaba por dentro, quise
decirte que te quería y espere que me dijeras que me amabas, pero los dos
callamos, vi partir el tren como en los cuentos, solo que este tren era mío, entonces,
sentí que te había perdido, y con vos se iba la última esperanza que pudiera
quedar en mi de algo bueno.
Te extraño,
donde estarán tus abrazos que eran tan míos, si supieras como me sentía cada
vez que me envolvías en ellos, no te lo dije, pero así con ellos me fui
enamorando, aunque mi orgullo no me dejaba demostrártelo, ahora me pregunto
dónde estarán, eran demasiado apasionados para quedarse solos.
Suelo ir al
mercado, las escucho murmurar detrás de mí, se nutren sus lenguas con la
desdicha ajena, pero no me preocupan, sigo mi camino y me doy cuenta que falta
poco para navidad, no la festeje mas, para que, si ya no queda nada.
Al llegar a
casa, veo la escalera que me lleva al altillo, se que allí está el pino con sus
adornos y subo casi sin darme cuenta, estoy temblando, hace mucho que no tenia
sensaciones, porqué después de tanto llorar me vacié por dentro, así, lo
rescato de unas cajas, lleno de tierra, cada rama y cada adorno es un recuerdo,
allí hay una persona que dejo huellas en mi , es la vida en una caja guardada
en el tiempo que aparece ahora para estrujarme el alma y llorar de emoción, por
¡DIOS! que sola estoy.
Entonces lo
veo, allí está el papa Noel que me regalaste cuando tenía cinco años, el que
habías quitado del árbol de tu casa, entonces siento que te perdí para siempre,
porque en estos momentos te estás casando, se me arruga el corazón, lo estrujo
contra mi pecho y bajo las escaleras.
Entonces
siento tu aroma, huelo profundamente tu perfume varonil, tengo miedo de girar,
me quedo así un instante, lentamente doy la vuelta …
Allí estas… con tu enorme sonrisa, tu mechón
cayendo en tu frente asiéndote parpadear.
Tus ojos
enamorados adorando mi ser.
Yo, después
de tanto…vuelvo a sonreir..
.
cuentos jaeltete de Estela Caruso
fin
Es ficción
ESTELA CARUSO jaeltete